El presidente de los Obispos españoles afirmó que la situación actual somete a la sociedad a un intenso estrés “que agudiza las diferencias entre unos y otros”
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Cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona (España) y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Crédito: CEE. |
En su discurso inaugural, el presidente de los Obispos
españoles afirmó que la situación actual somete a la sociedad a un intenso
estrés “que agudiza las diferencias entre unos y otros” y ante el riesgo de que
aflore el resentimiento y la división, debemos potenciar la comunión para
vencer este desafío que no es solo sanitario, sino también económico, social,
político y espiritual”.
Espíritu de concordia
Por eso recordó el reciente encuentro entre el Papa
Francisco y el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en donde el
Papa le aseguró que es necesario "construir una patria con todos”.
Según afirmó el Cardenal “no es momento de divisiones,
no es momento para dejar que los brotes populistas irresponsables e ideológicos
traten de colarse. Es el momento de la cohesión, de la cordialidad, de trabajar
unidos, de mirar a largo plazo liberándonos del cortoplacismo de las elecciones
o de la bolsa”.
Animó “centrarse en encontrar soluciones que ayuden a
salir a flote a las familias que se están hundiendo, a los empresarios que no
tienen más remedio que cerrar sus negocios. Por tanto, es conveniente evitar
distracciones inútiles y polarizadoras que no conducen a la solución de la
grave crisis que nos afecta”.
Para ello animó a retomar el “espíritu de la
Transición” en España que con “que fue capaz de alcanzar el gran pacto nacional
que cristalizó en nuestro actual sistema político definido en la Constitución
de 1978 y que hemos de preservar y fortalecer”.
Instó a recuperar de nuevo el “espíritu de concordia”
que hizo posible salir de la Guerra Civil y del régimen franquista con el que
“fuimos capaces de perdonarnos, de reconciliarnos, de programar unidos la
España del futuro”. “No caigamos en el virus de una polarización que haga
imposible tender la mano, e incluso dialogar con el que piensa diferente”,
afirmó.
Pacto educativo
El Cardenal Omella también destacó la relevante labor
de la Iglesia en el ámbito educativo ya que atiende “a casi dos millones de
familias, muchas de ellas en los enclaves más pobres y populares de nuestra
sociedad”.
Hizo una llamada “a todas las naciones e instituciones
a participar en un Pacto Educativo Global con el fin de alcanzar un acuerdo que
permita generar un cambio a nivel planetario que promueva una educación que sea
creadora de fraternidad, paz y justicia”.
En relación con la situación que vive España y la
próxima aprobación de la reforma de la ley de educación, el Cardenal
lamentó “profundamente todos los obstáculos y trabas que se quieren imponer a
la acción de las instituciones católicas concertadas”.
Por eso reiteró que “no es el momento de poner
trabas, de enfrentar instituciones públicas y privadas, sino de trabajar
conjuntamente, de cooperar de forma eficaz y eficiente para ofrecer una
educación adecuada a todos los niños”.
También destacó la importancia de respetar “en
todo momento el derecho constitucional de los padres y madres a escoger
libremente el centro y el modelo educativo para sus hijos, en consonancia a su
conciencia, identidad y tradiciones, y asegurando siempre el derecho
constitucional a la libre iniciativa privada”.
En su defensa de la escuela concertada, el Cardenal
Omella aseguró que “sigue siendo plenamente válida y útil para que se dé la
participación plural, la diversidad que enriquece a la sociedad y la
implicación de la ciudadanía en la consecución del bien común”.
Además animó a valorar “otras medidas interesantes
adoptadas en países de nuestro entorno europeo, como es el caso del “bono
escolar”, con el fin de garantizar los derechos constitucionalmente
reconocidos a los padres y a la libre iniciativa privada”.
Defensa de una vida digna y justa
En su discurso, el Arzobispo de Barcelona también
habló sobre las consecuencias de la pandemia que nos hicieron conscientes de
que “habíamos desatendido el cuidado de la vida, particularmente la de nuestros
hermanos más vulnerables”.
Recordó cómo “la sociedad ha vivido con mucho dolor y
angustia las decisiones en materia de cribado de los enfermos de coronavirus en
razón de su edad, grado de discapacidad o dependencia”.
Y aseguró que es “indispensable” tomar medidas
necesarias para que esta situación no se vuelva a repetir, especialmente entre
los mayores y personas con discapacidad.
“Esta pandemia nos está empujando a recuperar el valor
de la vida y, de una manera particular, la de nuestros mayores y la de las
personas que viven con más soledad y aislamiento”, destacó.
El Cardenal Omella también insistió en que “es
absolutamente necesario que tengamos un sistema sanitario, residencial, de
medicina del dolor y de curas paliativas que cubra todo nuestro país y del que
nadie quede excluido”, porque “todas las personas merecen un trato humano y
fraterno por parte del resto de la sociedad”.
Ante quienes proponen la eutanasia como solución al
sufrimiento de las personas, la Iglesia apuesta “por una cura integral de las
personas que trabaje todas sus dimensiones: médica, espiritual, relacional y psicológica”.
“No dejaremos nunca de repetir que no hay enfermos
“incuidables” aunque sean incurables”, aseguró el Purpurado e insistió que
la respuesta ante la tristeza, el dolor, la soledad y el vacío existencial de
las personas enfermas “no puede ser única y exclusivamente la eutanasia. Esta
medida no sería ni la más justa, ni la más humana, ni la más fraterna”.
También insistió en que la eutanasia “no cabe
ser catalogada como derecho subjetivo, sino como ‘un falso derecho de elegir
una muerte definida inapropiadamente como digna solo porque ha sido elegida’”.
Por eso con ella “se produce una derrota del ser
humano y una victoria de la ‘cultura del descarte’ que resquebraja “los deberes
inderogables de la solidaridad y fraternidad humana y cristiana”.
Como respuesta a esta tendencia eugenésica, el
Cardenal animó a “promover la ética del cuidado y del reconocimiento personal”,
como respuesta a la eutanasia que margina y estigmatiza a los ancianos o
discapacitados.
“Una sociedad que no cuida a sus mayores y a sus
enfermos es una sociedad que se va muriendo lentamente”, insistió y por eso
subrayó su deseo de “renovar nuestro compromiso irrenunciable con la defensa de
la dignidad incondicional de cada ser humano desde el momento de su concepción
y con un morir digno en que la vida sea plenamente humana y pacífica hasta el
final, excluyendo tanto la anticipación de la muerte como su retraso mediante
el ensañamiento terapéutico”.
Fuente: ACI Prensa