Cuando no me alegro con la alegría de los demás tengo que preguntarme qué me pasa. Si siento rabia o malestar al ver a otros felices tengo que cuestionarme: ¿Estará todo bien en mi interior?
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© Florencia Cárcamo |
Cuando no me alegra el éxito de
mi hermano. Cuando no valoro con paz y alegría lo bueno que le sucede en su
vida, puede ser que esté realmente enfermo mi corazón. En estos días de Semana
Santa es la envidia un sentimiento muy fuerte. Los fariseos no se alegran al
ver la popularidad de Jesús. Tienen miedo quizás, como si su fama fuera a poner
en peligro su posición y su prestigio. Desean su poder y le tienen envidia,
ellos no pueden hacer todos los milagros que Él hace y sus palabras no tienen
la vida que poseen las de Jesús.
¿Envidia? ¿Celos? ¿Miedo? Todo se
mezcla en el corazón
Envidio lo que no poseo y además
los éxitos de los cercanos ponen en peligro mis propios éxitos. Si mi vecino
logra lo mismo que yo deseo, ¿qué queda para mí? Resulta muy difícil alegrarse
con el éxito de mi compañero cuando yo he fracasado. O alegrarme con sus
victorias cuando yo he perdido.