Desde la fragilidad, Dios construye la santidad, y las personas se levantan de sus cenizas y vuelan
| La luz de los santos es la de Dios/Manon_Labe | Shutterstock |
Me
gusta pensar que la santidad tiene que ver con transparentar a Dios más que con
hacerlo todo a la perfección.
Pero sigo pensando que el santo es el que lo hace todo bien.
Brilla por méritos propios. Sus virtudes son vividas en grado máximo.
Es prudente, servicial, misericordioso, generoso, fiel, bondadoso,
acertado en todas sus decisiones, no falla nunca, no yerra, no se aleja del
camino marcado.
Esa santidad es lo que
yo admiro en
otros. O quizás es la que quiero imaginar. Desde lejos todo
parece mejor que cuando me acerco. Una santidad envidiable, inalcanzable.
Tal vez no acabo de entender que la santidad no es un bien que
el hombre posee por obra de sus grandes talentos. Es más bien un don,
una gracia, un milagro.











