Aunque me duela muy dentro siento que están algo más vivos cuando pienso en mis seres queridos que fallecieron...
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Me
cuesta el color de la muerte, el olor de la ausencia, la frialdad de la pérdida.
Tiene la muerte más noche que amanecer. Más oscuridad que luz. Más silencio que
palabras.
Me asusta su paz sin vida, su soledad sin compañía. Me intimida el vacío que
deja el partir la persona amada.
No se cómo se hace para superar su partida. Nada reemplaza su
ausencia, nada
llena lo que ahora me falta.
No sé cómo se hace para estar alegre sin sentirme
culpable por haber perdido lo que tanto amaba. Por no
haber tenido esa conversación esperada. Por haber demorado mis muestras de
afecto.
Por no haberle dicho lo más importante, por haber herido, por
haber fallado, por haber sido infiel al amor recibido.
Llega la muerte y se lleva la oportunidad de enmendar mis pasos. Y
surge la culpa.